Historia
La Aldea o Artejévez, estuvo densamente habitada por los antiguos canarios. La población canaria de esta época se extendía por todo el cauce de esta cuenca, a modo de pequeños poblados localizados cerca de los manantiales. En este período de la historia, el área de la desembocadura del barranco principal de La Aldea debió ser el asentamiento poblacional más importante del valle y de todo el Oeste de Gran Canaria.
En 1352 se estableció en este lugar una misión mallorquina, que erigió en una cueva de esta playa una pequeña ermita en honor a San Nicolás de Tolentino. De ahí que, con el tiempo, una vez finalizada la conquista y formado el primer núcleo de colonos, el lugar tomara el nombre de La Aldea de San Nicolás.
En los últimos meses de la conquista de Gran Canaria tuvo lugar en el municipio el sangriento encuentro bélico de Ajódar (Tasartico) donde la resistencia canaria infligió a las fuerzas de ocupación la derrota más humillante que sufrió en la Isla.
A principios del siglo XVI aparece vinculada una parte del valle de La Aldea con las aguas que discurrían de Tejeda, a la familia de Pedro Fernández, Señorino de Lugo, hermano de aquel capitán que más tarde sería nombrado por los Reyes Católicos como Adelantado de Canarias. Con posteriores traspasos en aquel siglo, tales derechos pasaron al noble Tomás Grimón, causante de la Casa Nava-Grimón, a la que los vecinos de La Aldea discutieron su propiedad durante siglos.
En primeras décadas del siglo XVII, comienzan los primeros problemas de los colonos con los propietarios del heredamiento principal de La Aldea, propiedad de la familia Grimón. En 1724 se produce un amotinamiento contra los arrendatarios principales de la casa propietaria, la familia Nava y Grimón, los marqueses de Villanueva del Prado. La instauración del absolutismo acabó con el impulso reivindicativo de los aldeanos, sentenciando definitivamente la Real Audiencia de Canarias, en 1817, a favor de los marqueses de Villanueva del Prado, con lo que se concluía esta fase del Pleito de La Aldea.
En el período democrático que generó la Revolución de 1868, tuvo lugar la reactivación del viejo Pleito de La Aldea. La restauración Borbónica en 1875 permitió un control político del municipio, a lo que respondieron los vecinos con el asesinato del Secretario del Ayuntamiento, habiendo intentado éste un desahucio colectivo de todos los medianeros.
En un nuevo cambio de la titularidad de la conflictiva hacienda de La Aldea de San Nicolás, en 1921 pasa a manos de la familia Pérez Galdós, y se abrió un proceso litigioso de gran virulencia social, viéndose obligado el Gobierno a intervenir directamente.
Tras la visita al municipio en 1927 del Ministro de Gracia y Justicia, Galo Ponte, el Gobierno expropia las tierras a sus titulares y realiza una venta simbólica, junto con el agua, a los vecinos del municipio, solucionando así más de trescientos años de lucha por la propiedad de la tierra. Es entonces cuando se crea la Comunidad de Regantes de La Aldea de San Nicolás, una de las más emblemáticas de Canarias, en un valle donde la propiedad del agua está vinculada a la propiedad de la tierra.
Tras la solución del Pleito se acelera el crecimiento económico y demográfico de La Aldea. Se rompe con el aislamiento terrestre con la apertura en 1939 de la carretera Agaete-La Aldea. Los almacenes de empaquetado se localizan a lo largo y ancho del municipio. Allí los agricultores envían la producción para que ésta sea trasladada a los mercados europeos. La bonanza económica se manifiesta en la arquitectura de la zona y en la decisión de la corporación del año 1957 de cambiar el nombre del municipio por el más “ostentoso y digno de una comunidad próspera” de San Nicolás de Tolentino.
Después de la década de los sesenta se produce un hecho que marcará el rumbo de la economía del municipio. Se crean dos grandes cooperativas Coagrisan y Copaisan, dedicadas a la exportación exclusiva del tomate.
Al final de la dictadura franquista y con el arribo de la democracia, el municipio padeció el fenómeno migratorio hacia el incipiente sector de la construcción y el turismo en el sur de la isla. Barrios como el de Pino Gordo, Las Casillas, el Salado o Vigaroe quedaron despoblados.
En los últimos años La Aldea adquiere una mayor conciencia como pueblo con fuerte identidad histórica, consolidando el proyecto de desarrollo sociocomunitario que obtuvo el Premio Canarias 2003 en la modalidad de cultura popular.
Dispone de mejores medios y servicios públicos a excepción de las vías de comunicación por carretera y mejora sensiblemente su explotación e infraestructura agraria de cara a la exportación. No obstante, parece que el motor económico basado en el monocultivo agrícola del tomate no garantiza un futuro estable.
Actualmente la base económica del municipio sigue siendo el tomate de exportación, a pesar de la existencia de un clima de incertidumbre creado por la coyuntura internacional y la política agraria y comercial de la Unión Europea.
En febrero de 2006, tras un acuerdo del Ayuntamiento en pleno celebrado tres años antes, el municipio recupera su nombre tradicional: La Aldea de San Nicolás.