La experiencia de acercarse a La Aldea de San Nicolás a través de alguno de sus tres accesos invita a sumergirse en un espacio mágico: desde el norte se sobrevuelan espectaculares acantilados y bellos balcones naturales, desde la cumbre se disfruta un vertiginoso descenso flanqueado por angostas gargantas y desde el sur se descubren los secretos de su naturaleza indómita. Tardarás en llegar porque querrás tener recuerdos de cada rincón del trayecto.
El municipio aldeano es un remanso de tranquilidad donde descubrir unos paisajes de ensueño a través de sus caminos y rincones. La noche abre sus puertas a un cielo único y el día invita a descubrir las costumbres y tradiciones de una gente acogedora y amable.
La Aldea de San Nicolás está cercada en sus límites norte y este por acantilados y barrancos y se alarga de norte a sur en una irregular franja costera de 33 kilómetros. Se trata de una costa considerablemente accidentada, alta, rocosa y con playas o pequeñas calas que se corresponden con las desembocaduras de barrancos o barranquillos.
Esta disposición de formaciones volcánicas viene desarrollando un proceso erosivo hasta la actualidad. Se trata de una unidad geomorfológica de gran belleza paisajística y de un extraordinario interés científico, ya que está situada en la parte más antigua de la Isla.